En la diplomacia se recurre a todo lo que un país quiere y puede ofrecer a otro, con el fin de llegar a acuerdo de mutuo beneficio.
En una de nuestras notas publicadas el mes anterior, recordamos que la sopa paraguaya, según una de las leyendas, se creó cuando Carlos Antonio López solicitó a la cocinera una sopa (líquida en el pedido, dura al final) como plato de entrada en el almuerzo con compartiría embajador extranjero, a quien, cuando ya tenía la sopa dura frente a él, lo convenció de que se trataba de la sopa paraguaya, una comida importante de nuestra gastronomía.
En estos días, José Alberto Mujica Cordano, conocido como Pepe Mujica, el presidente del Uruguay, encontrándose en China, recurrió a la gastronomía por la se distingue su país e invitó a los chinos a probar el asado uruguayo, «la mejor comida del mundo, sin discusión».
En su lenguaje característico, agregó: «Es muy difícil encontrar un poema más convincente que la parrilla, un símbolo de familiaridad».
Y para cerrar su acto diplomático en China, la actual potencia mundial, dijo que las comunidades asiáticas ya instaladas en el país latinoamericano, tras probar la carne uruguaya, han encontrado muy fácil abandonar sus costumbres milenarias y convertirse en fanáticas del asado.
Recordemos que la parrilla, según se cuenta, tuvo un inicio muy peculiar en el país de Mujica:
Después de una ley de amnistía dictada en 1832 en Uruguay, miles de presos comunes y prisioneros políticos vieron la luz de nuevo. En la cárcel de Colonia del Sacramento el festejo desembocó en escándalo cuando se comenzó a destruir la cárcel. En pocas horas, una banda de cuatreros amnistiados se hizo con algunos vacunos de los vecinos de la zona. Un convicto arrancó la puerta de su propia celda e improvisó la primera parrilla moderna, cuyos resultados compartieron liberados, policías y transeúntes.
Fuente: www.elobservador.com.uy, m26demarzo.blogspot.com, www.taringa.net
