Cualquier persona podría preguntarse que sería de nuestros asados sin una buena carne, sin unas bebidas bien frías o la compañía de los amigos, pero lo que debemos también rescatar de cada encuentro es el talento de ese héroe anónimo que transpira la gota gorda por nosotros y nos regala el mejor de su talento, hablamos de nuestro amigo Parrillero.
Particularmente es el parrillero el encargado de impulsar un encuentro entre los amigos o familiares, o quizás es la primera persona en quién se piensa a la hora de hacer un asado. Además el parrillero es aquella persona que no tiene ningún tipo de problemas y siempre se encuentra a disposición de la parrilla.
Es común escuchar en la mesa cuando se está comiendo el asado la frase de “que buena carne!”, esto a veces no cae bien entre los presentes, más aún cuando hay un acérrimo defensor del trabajo del parrillero que revaloriza el talento de su amigo hasta convencer al otro invitado de que todo se debe a las excelentes virtudes del asador y no de la calidad de la carne.
Además el trabajo del parrillero no es nada fácil, es un arduo proceso que comienza con la tarea de levantarse temprano y ser el que despabile al resto de la familia y de los amigos. El parrillero es el líder nato en el día del asado, por eso muchas veces este trabajo recae en el padre de familia o en el amigo más responsable del grupo. Ser parrillero no es un trabajo para gente carente de actitud, dirán algunos.
También implica mucha atención y un gran cuidado de todos los detalles, el asado no es un trabajo colectivo, a excepción de hacer las colaboraciones correspondientes para la compra, pero en el momento de preparar las cosas, todo recae en la sabiduría del parrillero, que explaya toda su destreza frente al fuego.
Aspectos como la elección de la carne, la preparación de las brasas e inclusive la elección de las bebidas, giran alrededor del parrillero. Por eso, tomar la responsabilidad de hacer un asado requiere de una gran atención.
Además, el parrillero es una especie de artista frente a la parrilla, o nunca vieron como las brasas logran ese color rojo vivo por dentro y grisáceo por fuera, o en la parrilla como los cortes van dorándose, confundiéndose entre los jugos y la ternura de la carne. Todo eso va más allá de colocar carne sobre un metal y encender unos carbones.
Los frutos valen la pena
A pesar de ser un trabajo muy sacrificado, los frutos que se consiguen como parrillero son muy grandes. El cariño y el afecto que se reciben cuando un buen trabajo se ha hecho, vale mucho más que cualquier otra gratificación, y es uno de los momentos más felices para el parrillero.
Por eso, no cualquiera es el encargado de hacer un asado. Como cada talento, esta virtud está destinada a solo unos pocos. Todos podemos preparar un asado, pero muy pocos pueden hacer un asadacho. Esa puede ser la diferencia que exista entre aquellos iluminados de la parrilla y los estrellados contra ella.
Por eso para los próximos encuentros debemos redescubrir y valorar al trabajador que esta frente al fuego sudando en soledad con unas bien frías, solo para deleitarnos con el mejor sabor de la carne en nuestras mesas. Porque hoy y cualquier momento es bueno para levantarnos y aplaudir al asador.
Foto: Brian Fitzharris