Podemos considerar que los primeros asados se dieron hace unos 1,5 millones de años, cuando nuestros ancestros dominaron el fuego.
Calentar los alimentos era una especie predigestión ya que ayudó a nuestro aparato digestivo a tolerar más clases de alimentos. Entre las técnicas hay distintas variantes: hervir, asar, freir, cocinar al vapor, etc.
Lo que sea que se tire sobre la parrilla se asa gracias al aire caliente y la radiación emitida por el carbón ardiendo.
Durante la cocción, las carnes se reducen porque se contraen los tejidos. La combustión del líquido, las grasas y la proteínas le otorgan su sabor característico.
El humo que invade el ambiente, es en realidad un aerosol, es decir, un gas donde flotan partículas (en este caso hollín) y pequeñas gotas de humedad.
El fuego, generalmente adquiere un color azulado y cuanto más caliente más se elevará.
Así que ahora ya sabés, cuando hacés un asado, también podés decir que estás haciendo ciencia.
Fuente: www.muyinteresante.es
Foto del asadacho: Alan Rodgers