A la parrilla

El Asadito: Confraternidad, filosofía popular y una cámara testigo

el asadito pelicula asado

Un grupo de amigos entre la birra y el asado, para identificarse.

Hay veces es necesario simplemente saber mirar. En verdad todos somos testigos de maravillosas escenas que captamos frente a nuestros ojos a diario, hay veces inclusive (más aún si uno ama el cine y tiene cierta vocación artística) uno se imagina las situaciones cotidianas, las reuniones con amigos, narradas en distintos planos, como si los propios ojos fuesen lentes de cámara y después, esa mirada construida fuese a reproducirse incontables veces.

Es por eso que antes de hablar de este filme, me gustaría tocar un poco de lo que, para mí, el cine es como lenguaje. Porque para poder disfrutar cierto de filmes, es necesario saber que no sólo eso que es espectacular fascina sino también eso que es auténticamente cotidiano. Personalmente me parece que la esencia del cine es eso. Poder mirar las cosas que todos viven a diario como nadie las ve, atreverse a grabar eso que a nadie parece trascendente pero que es fundamental por ser parte de nuestra identidad, del diario vivir.

La película El Asadito es un testigo tácito en una de esas reuniones de siempre entre siete amigos rosarinos el 30 de diciembre del 99, en la terraza del gordo Tito. Conversaciones de amigos, idas y vueltas, el argentinismo que mezcla el fútbol con la filosofía, el rock nacional con las películas yankees,  y por su puesto el gran drama principal: las minas. Un amigo de ellos que emigró a Capital se suma al encuentro y conforme van pasando las horas y se aproxima el fin de siglo, se van revelando las inquietudes de los personajes.

Grabada totalmente en blanco y negro de manera rústica, el director Gustavo Postiglione nos permite identificarnos con las conversaciones que se abren paso entre las birras, los chorizos y los cigarrillos que describen perfectamente esa confraternidad tan amena y auténtica que se da naturalmente entre amigos. No se debe esperar, sin embargo, una lineabilidad todo el tiempo. El filme tiene sobresaltos y momentos de tensión pincelados con cierto toque intencional de patetismo (Por favor, indíquenme quién no se pone patético después de estar tomando alcohol más de cinco horas).

Sin muchas pretensiones, esta película tiene sus puntos fuertes en la narrativa. La no violación de la sintonía cotidiana es lo que la eleva a un plano de profundad distinto, no es necesario ser metafórico para reflexionar cabalmente, es ser sensible y acercarse a este filme como cuando uno se junta con amigos. Todos tenemos o tuvimos ese heterogéneo grupo que nos contuvo. Aquí con los años ya entrados, vemos en qué terminaron los compañeros de juventud y cómo se preparar para encarar su futuro.

Esta película tiene mi respeto porque logra captar eso que muchas otras, más elaboradas y snobs, no lograron conseguir: Una verdadera porción de realidad en la que cualquiera puede permitirse abandonar su silla de espectador y tomar una de las sillas blancas de plástico, sentarse a mesa en la terraza y escuchar los parloteos nerviosos de un viejo grupo de amigos.

Bruno Almada Comas
@biacomas
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http://www.youtube.com/watch?v=99EOvOzdADE

 

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