Curiosidades

Mis recuerdos a la parrilla

Written by Jorge

memoria asado

Creo que los mejores recuerdos de mi infancia, fueron durante un asado. Recuerdo llegar a la casa de mi abuelo paterno, el tata Pedro, y verlo parado frente a su parrilla, el fuego encendido, toda la carne y los chorizos crudos ya dispuestos, y su olor a after shave, cuando nos besaba los cachetes.

Según cuenta mi mamá, él ya nos esperaba con los panchos listos, para que los chicos, no tengamos que esperar toda la ceremonia del asado.

Mi familia siempre era la primera en llegar, porque mi papá decía que quedaba demasiado mal llegar justito para comer, que debíamos acompañar y compartir con quién hacía el asado y los demás presentes.

Me acuerdo de la mesa de la cocina, que se sacaba a través de la ventana, ocasión en la que se veían los chicles pegados por debajo, para unirla a otra y poder almorzar bajo la parralera.

Todos los chicos siempre comíamos primero, acompañados de las niñeras, mientras algunas tías corrían o rogaban a mis primos que coman, la mía me pedía que ya me levante para que puedan comer los mayores.

Estos encuentros se realizaban normalmente, los feriados, como el día del trabajador o los cumpleaños de mi abuelo o abuela.

En mi casa, el encargado de hacer el asado era mi papá, que se destacaba siempre con algún ingrediente poco habitual, como las morcillas con uva pasa, y su tereré con el infaltable cocú.

A medida que fuimos creciendo mis hermanos y yo, nos comenzamos a alejar de la tradición de acompañar al parrillero, ya que, como salíamos los sábados, los domingos nos despertábamos recién para comer, al mediodía, siendo así que en varias ocasiones fuimos advertidos y regañados.

Luego, el mando de la parrilla  fue heredado a mi hermano mayor, cuyo asado se caracterizaba por el fuego lento realizado con cuidadas argollas de papel, siempre con un fondo estruendoso de brit pop.

Cuando se fue de casa, por sucesión natural, debía quedar yo al frente de la parrilla,  pero pasó directo a mi hermano menor, por mi probable falta de interés o porque encontré mi vocación cebando tereré o leyendo el diario dominical.

El asado de este último, el que más veces probé en los últimos años, se prende con abundante kerosene y alimentado con las ráfagas del ventilador, creando un fuego voraz, capaz, acorde a su carácter heavy metal.

Recién cuando me casé y me fui de casa, me animé a hacer un asado. La primera vez fue en una pequeña parrilla portátil y desarmable, que estaba entre mis regalos de boda, en la cual arrojé una corta tira de chorizos, consolidando así, mi título de señor de la casa.

Ahora, con más práctica, cocino en una parrilla tambor cortes como costilla y bife de chorizo, me juego de gourmet tirando cebollas y papas, y hasta me pego el lujo de improvisar asados según antojos.

Estoy seguro, que a pesar que casi se me escapa la tradición de hacer asado, hoy estoy haciendo nuevos recuerdos para mi descendencia.

¿Y vos, qué recuerdos tenés de los asados?

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Jorge

Entusiasta del asadacho.

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